Mision en Ankara, Turquía. [Aleena Von Gerard]

La generala estaba unos pasos por detrás de Archer, así que no le dio tiempo a reaccionar antes de que lo abducieran al interior de la casa esa.

Tenía dos opciones, entrar a lo bruto por la puerta o colarse. No es que le preocuparan los matones, ya que no le durarían ni un segundo, pero era mejor muchas veces la sutileza, así que, inmediatamente, empezó a buscar puntos débiles para colarse.

Un instante después se cubrió con una ilusión. No la necesitaba para colarse mi mucho menos, pero para las otros sistemas necesitaría algo de tiempo. En un momento ya había trepado hasta la ventana y entró, sigilosa. Iba a enterarse de lo que pasaba, y, si, por alguna casualidad querían hacerle algo a Archer... veía dolor en un futuro muy cercano, Mucho dolor.

-Si, es él, es Archer -dijo una voz masculina que lo ataba de pies y manos a una silla, ya le habían despojado de su maleya y armas.
-¡Exijo saber que ocurre! -grito Joseph mientras se movía y pataleaba, ignoraba completamebte su situación, intentaba saber quienes eran sus secuestradores pues ya le estaban vendando los ojos.


Dos hombres evidentemente más grandes y brutos que el pobre moreno lo tenían amordazado en la silla cuando llegó un tercero y lo observó por unos instantes, sin pronunciar palabra alguna le acertó un fuerte golpe en el estómago, el cual le hizo retorcerse un poco.

-Oh, ya entiendo -sonrió Archer- Ustedes deben de ser algunos rusos buscando venganza o algo así, miren, bien pudieron conseguir mi dirección en vez de tomarse tantas molestias.
-Calla, ya fuimos a buscarte en Ankara pero nos dijeron que te sacaron del ejercito y no le dijiste a nadie a donde ibas -Archer dibujo una sonrisa como queriendo decir "Ah, cierto"
-Pues así es, entonces si ya no estoy en el ejercito que tengo que ver en todo esto.
-Tu hermano sigue en el ejército y pensaos usarte como señuelo así que mañana te llevaremos a Moscú. Que duermas bien. -y dándole una patada de buenas noches se retiraron a otra habitación.

Hubo momentos de silencio y Archer se acomodó su propio lugar en la silla y recargó su cabeza como si esperara algo, no parecía sorprendido o preocupado, ya había sido prisionero de guerra una vez y había salido librado.

-Señorita Aleena, sería bueno si ne libera ántes de que algun mastodonte caiga en cuenta de que uno de ellos se debió haber quedado a vigilar -habló aparentemente hacia la nada con un rostro holgazán.

-De no ser porque tienes razón,- respondió la aludida.-te habrías llevado un par de palos mientras te llamaban idiota.

Aleena no había tenido problemas en colarse, y, como no eran precisamente sigilosos ni hablaban bajo, encontró el sitio en que lo habían metido sin problemas.

Le quitó la venda que le tapaba los ojos y luego la miró con ojo crítico.

-¿Sabes? De no ser por el hecho de que la tenias en los dos ojos, casi diría que me estabas imitando.- Si, era una broma pésima, pero era lo mejor para aflojar la tensión del ambiente. Aunque la llamaran tonta o se rieran, siempre venía bien una tontería para eliminar tensión inútil.

-Vigila si vienen mientras te desato.- Y a eso se puso.

El chico se quedó un buen tiempo haciendo reflexión sobre lo que sus bellos oidos acababan de escuchar, ¿había sido esa una broma por parte de la gélida generala? Si, eso parecía. Tiempo después Archer soltó una pequeña risita que había intentado contener y acto seguido dejó fluir una carcajada disimulada pues no debía de hacer mucho ruido. Al terminar la generala de desatarlo de pies y manos lo primero que hizo fué ponerse de pie y estirarse un poco, aún con una sonrisa de oreja a oreja en su expresión. El simple hecho de que la mujer hubiera hecho aquel intento de romper el hielo le hacía regocijarse de alegría.

-Bueno, la verdad me gustaría darle una lección a estos sujetos, pero la verdad creo que tenemos prisa. -se alejó de la silla y fijó su vista a lo lejos, en uno de los muebles de la habitación, caminó hacia el y abrió los cajones indiscretamente.-Esto pagará el golpe y la otra mitad del dinero. -del mismo cajón sacó una bolsa con monedas que sonaban al moverlas.

Del mismo modo tan sutil regresó a donde la mujer y tomó sus cosas dispuesto a irse, abrió una ventana y espero a que la mujer accediera.

Un segundo antes de que salieran por la ventana, la Generala cerró su único ojo visible un momento mientras sonreía malevolamente.

Cuando bajaron por la ventana, empezaron a escucharse alaridos de pánico en el interior de la casa, mientras los hombres que estaban dentro de la casa sufrían la visión de sus peores pesadillas gracias a las ilusiones de la generala, que, huelga decirlo, sonreía de una forma muy poco tranquilizadora.

-Creo que ya no te queda nada mas que hacer por aquí, ¿me equivoco?

-Todo bien -el joven parecía no atender los gritos provenientes de aquella choza y más bien seguía entretenido contando su botín, era cierto que Archer era dedicado y atento, pero también era muy codicioso en cuestiones de dinero pues su infancia siempre fue muy dura por esos mismos problemas.

Ambos caminaron de regreso hacia donde había dejado su motocicleta, seguía ahí, intacta. Era extraño pues en Turquía, especialmente en los barrios bajos era común ser víctima de un robo. Joseph había sido la excepción, nunca nadie le había robado algo, tal vez por su complexión o la fama que se había hecho.

-¿Desea comprar algo para comer? Va a ser un largo viaje de regreso -habló al fin sacando unas cuantas monedas de su recién adquirida bolsa.

-Tengo comida en mi bolsa... Y mejor que nos vayamos ya de la ciudad. No me apetece tener que salir a golpes, que es lo que puede acabar pasandosi esos tipos recuperan el seso.

Se acercó a la moto, esperando a que Archer se subiera para irse. Ya no tenía ganas de mas retrasos.

Ambos subieron a la motocicleta y reanudaron su viaje a través del desierto, anduvieron sin novedades a través del desierto y Archer se concentraba simplemente en conducir y beber leche de un frasco de vez en cuando. Había comenzado a oscurecer desde hace un rato y las calles comenzaban a verse infinitas, el desierto no cambiaba en lo más mínimo y para empeorar las cosas estaba comenzado a helar, Archer ya traía puesta su chamarra y no sintió mucho el cambio pero realmente, si algo detestaba, eran los momentos de silencio.

-Y... ¿cree que esas cosas que nos atacaron vuelvan a aparecerse?-dijo en su inútil intento por entablar una platica con su hermosa acompañante.

-¿Los Akuma?- Preguntó la mujer, saliendo del mundo de sus pensamientos.- Depende, aunque no es muy probable. Por un lado, los dos somos exorcistas, y están programados para matarnos. Por el otro, yo antes había lanzado un desafío para que vinieran a por mi y tu tuviste que meterte por medio. Realmente... para la mayoría es la única forma de detectarlos. Se ocultan en cuerpos humanos, después de todo. Es imposible distinguirlos si ellos no se revelan ante ti.

De pronto se calló, consciente de que se había dejado arrastrar por el tema.

-Pero no te preocupes. Komui te explicará el tema en profundidad cuando llegues a la orden. Hasta entonces, asegúrate de tener tu ballesta a mano, pero no a la vista... Llama demasiado la atención. Y no te conviene. Por lo menos de momento.

-Entiendo -el joven sonrió un poco, en realidad no había analizado lo que le acababan de decir. Hubo otro momento de silencio y es cuando el aburrimiento le provocó comenzar a razonar el hecho de que ahora sería un blanco en movimiento bajo el ataque de los akumas, la gente lo vería extraño al caminar por las calles y su vida estaría en riesgo... tal y como en el ejercito.

En vez de un nudo en el estómago sintió unos agradables escalofríos, le emocionaba la idea de revivir sus días en el ejercito, y aún más, la idea de conocer muchos lugares como tanto le gustaba.

Con una entusiasta sonrisa de oreja a oreja enfocó su vista al frente, a lo lejos sentía como si estuvieran a punto de llegar, habían pasado horas en aquellos prolongados tiempos de silencio. Al final Archer llegó a estacionarse cerca de la casa de huéspedes donde curiosamente ambos se estaban quedando, antes de abrir la puerta pudo saber que ya estaba amaneciendo, problema, era parte de su plan el escabullirse sin ser detectado e irse de la misma manera.

-Solo debo entrar por mis cosas, será cuestión de minutos. -le habló a la generala mientras se deslizaba por la puerta entre abierta.

-Yo también tengo que recoger unas cosas.- Dijo la mujer, entrando también. Subió deprisa a su cuarto y, en un momento, recogió todas sus cosas. Acto seguido se sentó en la mesa que había en su habitación y empezó a escribir a toda prisa una carta.

Querido Komui:

Imagino que la sorpresa te estará embargando al leer esta misiva. Después de todo, no es normal recibir una carta de “La Traidora”, o cualquier otra forma de referiros a mí que hayáis adoptado. Pero las circunstancias hacían necesaria esta comunicación, y, por suerte, surgió la oportunidad de enviártela mediante este exorcista (Si ha abierto la carta antes de entregártela, haz que vaya de misiones con Kanda durante un año seguido).

Lo primero que me gustaría pedirte es que cuando veas a Kloud la saludes de mi parte. Era amiga mía, y solo espero que haya podido perdonarme lo que ocurrió. Por otro lado, me gustaría pedir que dejes unas flores en los lugares de descanso de mis antiguos subordinados. No se merecían eso, pero no pude ayudarlos en su momento. Así que eso es lo menos que puedo hacer.

Ahora, volviendo al trabajo, tengo una información que puede ser realmente importante. De un tiempo a esta parte, se ha producido una proliferación de guerras, como imagino que sabrás. Tengo ciertos indicios de que esto puede ser algo provocado por el Conde Milenario o uno de sus lacayos.

Como imagino que en este punto te habrás quedado blanco de la impresión, expondré los indicios que me llevaron a esta conclusión. En Inglaterra, se produjo un intento de asesinato contra un ministro de la corona en un encuentro con embajadores de otro país. Encerraron a todos los embajadores y se declaró la guerra.

Por un lado, la premura con que se inició el conflicto fue sorprendente y sospechosa de por si, pero eso no es todo. El punto es que a la mañana siguiente todos los embajadores habían muerto, indudablemente por el trabajo de un Akuma, ya que solo se encontraron sus ropas y polvo.

Todo esto se mantuvo como un secreto absoluto, así que es esa la razón por la que no estás enterado, Komui. Sinceramente, me enteré porque tuve que colarme en un lugar para recuperar una pieza de Inocencia y acabé decidíendo recopilar todos los datos posibles.

Al final de todas mis pesquisas, descubrí que estaban las ropas de todos los embajadores, salvo las del hombre que llevó a cabo el propio intento de asesinato, por lo que creo que resulta razonable colegir que el atacante era un Akuma.

Súmale eso a que un Akuma no necesita en absoluto usar una pistola para matar a alguien (refiriéndome al momento en que atacó al ministro), con lo que podemos colegir que eso ha sido una misión especial made in Conde sin gusto estético.

Recientemente ha habido varios sucesos similares, y huelga decir que las guerras provocarían que el Conde aumentara en gran medida el número de akumas disponibles (como si no fueran ya bastantes ¡Brrrr!), así que cuento con que muevas el culo y consigas que los mandos superiores se pongan las pilas para evitar esto (aunque conociéndolos… son capaces de no hacer nada los muy $%·%&/&).

Espero que este aviso te sirva para algo, y espero que Leenale esté bien (no hace falta que la vigiles tanto, ya es mayorcita para cuidarse sola y soltarle una patada a alguien si se tercia). Ten cuidado con mis antiguos compañeros, los Crow, aunque si ves a Link, ponle sal en sus afamados pasteles, porque se lo merece.

Cuídate, y solo espero que no me odiéis por lo que hice. Espero que podáis perdonármelo algún día.

Sinceramente tuya:


Generala de la Orden Oscura
Aleena von Gerard

Tras terminar de escribirla, encendió una vela y, mientras dejaba que se calentara la cera, sacó un pequeño anillo. Cuando la cera estaba lo suficientemente caliente, metió la carta en un sobre y lo selló con esa cera, y estampó el sello del anillo, el de la Orden Oscura, para lacrar la carta. Tras eso, escribió con letra clara y pulcra el destinatario, Komui Lee y su nombre por detrás. Acto seguido se la guardó en el bolsillo y recogió su bolsa de viaje. No podía seguir en la ciudad, y menos tras enviar un nuevo exorcista a la orden. Se tiraría de cabeza tras ella.

Cuando bajó, vio que todavía no había nadie, así que escribió una disculpa indicando que por asuntos urgentes se tenía que ir, y dejó una cantidad de dinero suficiente para pagar su estancia.

Tras eso, salió a la calle, a esperar al nuevo exorcista. Se acercaba la hora de irse.

Archer subió a hurtadillas detrás de la generala y subiendo las escaleras de dos en dos para apresurar el paso; entró a su habitación volteando de un lado a otro y fue directo hacia el mueble donde guardaba su ropa, en su mayoría ropas holgadas y de carácter militar, uno que otro uniforme y telas de tonos cálidos. En una maleta de cuero hecho todo sin mucho cuidado, tomó otros artefactos que se encontraban en su escritorio y también los arrojó dentro. Siquiera se molestó en cambiarse de ropas cuando bajó apresurado con su maleta y ballesta en el hombro, el artefacto era algo difícil de esconder.

Ya estaba por cruzar el comedor hacia la puerta de salida, su libertad materializada en una perilla, hasta que el sonido de un mueble chocando le llamó la atención. Se detuvo en seco y volteó, ahí estaba la pequeña Anna en su bata de dormir, impresionada tanto como el chico, en su fallido intento por intentar no ser notada.

-A-Anna, ¿despierta tan temprano? El sol siquiera ha salido -habló nervioso a pocos metros de la puerta de salida.
-No llegó a dormir anoche -dijo la joven muy bajito, se animó a alzar su mirada para encontrarse con la del escapista, pudo notar al instante la maleta que llevaba colgada del hombro- ¿S-se va? -su voz se quebró
-Ah si, dejé todo lo que les debo en mi habitación, creo que es hora de moverme o corro el riesgo de quedarme atorado en esto por el resto de mi vida -dijo seriamente, cosa bastante extraña de ver en alguien como Joseph.
-Pero no puede irse, no. Usted esta muy bien aquí, lo tiene todo, ¿por que irse? -la pobre estaba nerviosa, camino hacia él y se puso de frente viéndolo profundamente, totalmente determinada.

Joseph sonrió, de nuevo. Miró un momento a la jovencita cuya altura siquiera le llegaba al cuello y le dio unas leves palmadas en la cabeza.

-Mereces algo mejor -le dijo tranquilamente y se fué de ahí, salió cerrando la puerta levemente y volteó con una expresión fresca, como si nada hubiese sucedido, hacia donde la generala quien lo esperaba afuera de la casa.

-Espero que no le hayas hecho daño innecesariamente a esa chica...- Dijo Aleena apenas salió por la puerta. Y antes de que lo preguntéis, si, tiene un muy buen oído. acto seguído murmuró para sí.- No había otra alternativa, pero...

Sacudió la cabeza y le alargó un sobre y un papel al hombre.

-En este papel se indica la dirección de la sede de la Orden Oscura.te pilla un poco lejos, pero es el mejor sitio para que vayas. Y aquí tienes la carta que quiero que entregues a Komui Lee, el coordinador. Si, por alguna razón no puedes entregárselo a el, busca a la Generala Kloud Nine y dáselo a ella. ¿Entendido? Y bajo ningún concepto la leas. ¿Algo más que necesites preguntarme?

La expresión despreocupada de Archer se desvaneció poco a poco, esto iba enserio. Iría a una organización de la que nunca había escuchado para comenzar a ser asediados por monstruos escalofriantes que querrían matarlo las 24 horas. Tomó tanto el papel con la dirección como la carta y las guardó en el bolsillo interno de su chaqueta. Era mas que obvio que al joven le cosquilleaban las manos por leer aquella carta, mas que nada por ser la misteriosa Generala quien la había escrito y haber insistido en su importancia.

-Esta todo bien, pero tengo una duda -habló sacudiendo las llaves en su dedo- Supongo que mi única compañía en el viaje seré yo mismo, ¿a donde irá usted?

Ya de por si la Generala había indicado que no lo acompañaría a la Orden, pero curiosamente aún no parecía entender el por que no podría ella escoltar personalmente a un nuevo recluta, al menos en su batallón, esos eran los protocolos que se seguían.

-La razón es muy sencilla. Estoy cumpliendo ahora mismo una misión y tengo muchas mas cosas que hacer como para poder permitirme la pérdida de tiempo que sería acompañarte a la Central. Ni mas ni menos.

De todas formas, como se estaba temiendo que Archer iba a abrir la carta, decidió adoptar una salvaguarda. Cerró los ojos un momento y proyectó una poderosa ilusión sobre el, para que durase cuando se separaran. Si intentaba leer la carta, no podría descifrar las letras que la conformaban, ya que sería para el como si estuvieran escritas en una lengua extrajera.

-Bueno, como parece que ya no tienes mas que preguntar,- dijo mientras dejaba de apoyarse en la pared, y se erguía- será mejor que cada uno vayamos tomando nuestro propio camino. Hasta la vista.

Y con eso, le dio la espalda a Archer y empezó a marcharse, con el saco de viaje al hombro.

Realmente Joseph se contuvo aquella vez. Quería detener a la generala y decir todo un discurso de agradecimiento, mas que nada para que le prestaran atención por ultima vez en un buen tiempo pero esta vez lo dejó pasar. Sonrió con ironía mientas se ajustaba las enormes gafas amarillas a la cabeza viendo a la generala alejarse por las polvorientas calles de la ciudad, ciertamente no habían convivido lo suficiente como para que se creara algo que el desconsiderado de Archer recordara, simplemente se encogió de hombros, dejó escapar un suspiro y se dio media vuelta hacia donde estaba su motocicleta y dando un ultimo vistazo al mapa emprendió su largo camino hacia la Orden Oscura.

Tal y como lo había previsto la generala, Archer tenía todas las intenciones de ser una molestia por aquellos lares, irritar a los estirados, conocer mujeres y pasársela de lo mejor posible. Había que dejar de lado las responsabilidades y enfocarse en las cosas positivas que podrían salir después de todo esto; de otra manera daría media vuelta y regresaría a Ankara.

...

-¿P-pero que? -y efectiamente Joseph no pudo evitar la deliciosa tentación de leer la carta, así como tampoco pudo entenderla


[[Fin de la Mision.]]