Mision en Ankara, Turquía. [Aleena Von Gerard]

En una habitación del mismo hotel, otra persona se estaba ya levantando. Su entrenamiento en Crow se seguía pagando, a pesar de los años que hacía desde que lo recibió. Aleena von Gerard, antigua generala de la orden oscura, llevaba mucho tiempo viajando, convirtiéndose en el terror de los akumas allí por donde pasaba.

Unos cuantos días atrás, había llegado a la ciudad. El punto importante es que al ser una zona casi de guerra permanente, los Akumas habían proliferado en gran medida. Las tragedias y la guerra hacían un caldo de cultivo diabólicamente efectivo para ellos, desgraciadamente. Suerte que había podido empezar con su trabajo, destuyendo akumas y liberando sus almas.

Se lavó la cara y, acto seguido, tras secarse, se miró al espejo. Una mujer con aspecto joven le devolvió la mirada. Sin duda, era bastante guapa. Pero su mirada desmentía esa expresión. Su ojo derecho de color oscuro, mostraba dolor, tristeza y dureza, dandole un aspecto de gran edad. Su otro ojo, en cambio, era solamente un orbe brillante de color dorado con una cruz blanca en el lugar donde debería estar el iris, y daba un aspecto monstruoso a su faz. Sigh. por eso prefería llevar el parche. Aunque no quedaba bién, por lo menos la gente podía mirarla a la cara.

Con el parche ya puesto, y bien vestida, bajo a coger algo para comer. Abajo, le dio tiempo para ver salir a otro de los inquilinos del hotel. No es que tuviese interés en contactar ellos, ya que si la orden recibía un dato sobre ella, acabaría todo como el rosario de la aurora, y no quería eso. Una pelea con alguien capaz de igualar su poder sería mas que desastrosa.

Se dirigió hacia la cocinera para preguntar por el desayuno. Tras llenarse la panza, volvería a por los akuma.

Era muy temprano en la mañana y sin embargo una que otra persona transitaba la calle frente a la posada donde Joseph acababa de salir. Con las manos en su cintura y aspirando fuertemente se dispuso a comenzar otro día rodeado de la compañía de alguna mujer, ir a dormir bajo alguna palmera o visitar simplemente el camino por donde siempre llegaban extranjeros para divertirse viéndoles.

-¡Joseph Archer! -otra persona que gritaba su nombre. Ciertamente se había hecho fama en aquel lugar, tanta que la ciudad entera lo conocía.
-Pfft... si, ¿que ocurre? -preguntó el moreno volteando a ver hacia abajo para clavar la mirada a quien había osado interrumpir su rutinaria preparación.
-Le tengo un trabajo, ¿podría enviar este paquete a Edirne? Es algo muy importante.
-Ah. -los ojos de Joseph una vez distraídos se volvieron hacia su cliente y se despabiló un poco esperando haber escuchado mal.- ¿Dijiste Edirne? Hombre, hablamos de 8 horas de camino, incluso viajando en motocicleta me tomaría el día entero ir y regresar. Es más rápido y barato si viajas en tren y lo envías tu mismo.

Joseph no estaba siendo cobarde, solo perezoso. Enviar ese paquete significaría echar a perder su día completo conduciendo por el país.

-Que insensatez -dijo al fin después de su discurso que solo encaminaba a la respuesta obiva -No, no lo haré.
-Por favor, se lo ruego. -el hombre se hincó de pies al suelo arrodillándose frente a él, era un tanto incómodo para ambos, al instante el suplicado mostró su disgusto aun que al suplicante no pareció importarle. -Lo entregaría yo mismo si pudiera pero la mayoría de los medios de transporte cancelaron sus viajes por las tormentas de arena, además siguen los rumores sobre extraños monstruos que matan a la gente de la nada.
-Dinero, vas a tener que pagarme y mucho.
-Estoy dispuesto a pagarle hasta 300 liras si usted así lo pide- bastaba con decir que la cantidad ya era de por si más que suficiente.
-450 liras
-¡¿450?! Eso es demasiado -el hombre parecía desquebrajarse por dentro pues su nerviosismo solo aumentaba con la aparentemente inquebrantable petición del chico.- E...esta bien, haré lo que pueda para conseguir el dinero.
-300 liras estará bien, pagueme la mitad ahora y la otra mitad cuando regrese. -Joseph sonrió algo satisfecho pues pudo saber que el hombre realmente necesitaba enviar aquel encargo.

Dejando a su cliente por fin respirar aliviado tomó su dinero junto con el paquete y un mapa que le proporcionaron y dio media vuelta de regreso a la casa donde se hospedaba para preparar sus cosas. Entró haciendo ruido como de costumbre y anunciando a todos los presentes su llegada.

-Señor Joseph, pensé que iría a dar una vuelta a la ciudad. No se preocupe, ya casi tenemos listo su desayuno- habló la joven quien hasta hace poco estaba en compañía de otra mujer, parecía olvidarse de todo cuando Joseph entraba en escena..
-El desayuno quedará para después, tengo otro trabajo -el joven apenas entraba completamente al comedor donde ambas féminas estaban y al instante notó a la invitada sin poder evitar una sonrisa maliciosa en su rostro- ¿Lavaste mi chamarra, cierto? -a pesar de asentir con su cabeza la pequeña parecía desilucionada.
-¿Tiene otro trabajo?
-Si, saliendo de aquí me topé con un hombre, -comenzó a hablar al momento que se iba a sentar recargado en una silla- ...me pagará 300 grandes y por fin saldaré mi cuota con ustedes -le sonrío de dientes para afuera ignorando todo lo demás. -Solo es cuestión de viajar a Edirne y...
-¿¡Edirne?! Eso esta en la frontera con Grecia. ¿Acaso no ha oído que unos monstruos extraños han comenzado a aparecerse por ahí y ya han matado a muchos? Sin hablar de las tormentas de arena en todo el trayecto.
-Sabes que soy a prueba de tormentas, desde que he estado aquí nunca me he topado con alguna, además, sea lo que sea que me ataque recibira una flecha en la frente -muy confiado se apuntó a si mismo con un pulgar- Hablas con el gran Joseph Archer, Anna.

La conversación se había prolongado más de lo que el joven y la invitada hubieran preferido, sin más remedio la pequeña salió apurada del lugar para ir por lo que su huésped le había pedido.

Aleena suspiró cuando vio irse a un lado al hombre. Se notaba a la legua que la joven Anna bebía los vientos por el joven, pero bueno. Mientras no se aprovechara de ella de mala manera no pasaría nada. Si no... Ella tomaría cartas en el asunto.

-Anna, disculpa. Se que estás ocupada, pero necesito las provisiones que te pedí ayer.

La chica la miró, curiosa. En el hotel, era una comidilla el curiosear sobre a donde se iba de cuando en cuando la morena. Cogía unas provisiones y desaparecía unos días. Alguna vez la habían intentado seguir, pero siempre la acababan perdiendo.

En realidad, se iba al desierto y a otros lugares y cazaba akumas. Pero eso era mejor que ellos no lo supieran.

-Si, tranquila, señorita Aleena. Ya está preparada desde ayer.- Dijo mientras le pasaba una bolsa.

La generala miró su contenido y calculó que con esa comida tendría para 4 o 5 días en el desierto. Mas que suficiente.

-Muy bien, Anna. Muchas gracias. Volveré en unos días, ¿de acuerdo?

La chica asintió, un poco decepcionada porque Aleena no hubiera dado ninguna pista de adonde iba, a lo que la morena solo sonrió.

"Creeme, chica, mejor que no lo sepas." Pensó."Tu vida es mucho mejor así de lo que lo ha sido siempre la mia."

Subió a su cuarto y cogió la larga capa que usaba cuando viajaba largas distancias, para así protegerse del calor y la arena, y luego se encasquetó el viejo sombrero que siempre llevaba con ella. Ese sombrero había sobrevivido al ataque masivo de un Noah y la tira de Akumas (el tipo había recibido lo suyo también, todo hay que decirlo) y tenía un gran valor sentimental para ella.

Tras eso, cogió todo lo necesario para sobrevivir en el desierto Y salió a la calle. Llegaba el momento de repartir candela a gusto.

El joven se mantuvo recargado en su silla y tras un tiempo después de que aquella bella mujer se hubiera retirado dejándolo solo comenzó balancearse de atrás hacia adelante pues la impaciencia comenzaba a invadirle. Volteó su mirada a aquellas paredes que había estado mirando ya por varias semanas y todo seguía igual, por un momento pudo sentirse como en casa y recordar aquella niñez que no había sido del todo cómoda, pero si feliz pues estaba en compañía de su gemelo.

-Que rápido pasa el tiempo- dejó salir en un suspiro a la vez que forzaba una sonrisa, sus ojos se desviaron de nuevo hacia el techo y pudo escuchar como la puerta de abría de nuevo dejando pasar a la pequeña Anna con una chamarra de cuero entre manos y una maleta del mismo material cruzando su hombro.
-Le he guardado todas las cosas que necesita para el viaje, sus googles, sombrero, comida, todo... -aquella rutina comenzaba a hacerse predecible, siempre era lo mismo.
-Valla, valla, bien hecho pequeña. -al fin y de un solo movimiento el joven se levantó para estirarse e ir hacia donde la jovencita para tomar sus cosas si siquiera dirigirle la mirada, mas bien volteó y se vio en un espejo para acomodar un cabello que se escapada de su inmutable peinado.

Joseph se acercó aún más al espejo y pudo notar como la bandita que traía en la nariz se estaba despegando por lo cual se la quitó y de su bolsillo rápidamente sacó otra, esta vez de color naranja para reponer la vieja. Sin siquiera despedirse el joven salió de lugar hacia donde estaba estacionada su motocicleta, listo para comenzar aquel largo trayecto.

Aleena llevaba ya unas horas por el desierto, maldiciendo a todo lo habido y por haber. Aguantaba el calor mucho mejor que el resto de la gente, pero aún así, el desierto era sofocante, pero soltar puyas ayudaba a olvidarse de el

Por otro lado, en ningún momento ningún animal se le acercó. Notaban su aura de cazadora, y la propia presencia de la inocencia que llevaba lo hacía mas complicado para ellos. Normalmente no les afectaban, pero notaban que iba a haber pelea... y huían.

Gerard ignoró los movimientos de los que se alejaban de su camino. Cuando al fin encontró un lugar adecuado, se sentó un momento y bebió un poco de agua. Tras eso, se quitó el parche, revelando su inocencia. Miró hacia arriba y lanzó un potente destello hacia los cielos.

Al ser inocencia, sin ninguna duda todos los akuma a cien kilómetros a la redonda la habían detectado. Siendo un desafío claro, no dudaba que volarían hacia ella.

Cuando bajó la vista, se guardó el parche en la bolsa, que escondió a un lado. Se colocó bajo el saliente que había escogido para estar a la sombra y se sento en ella para esperar.Lo último que hizo fue activar su inocencia. El brillo de su ojo se acentuó, hasta que desapareció totalmente la visión del cuerpo de la Generala.

Así totalmente oculta su existencia, esperó a los Akumas. La lucha volvería a ampar a sus anchas por el desierto.

Joseph había salido muy temprano de la ciudad, con googles y chamarra puestas transitaba los caminos en mal estado que suponían ser las carreteras en Turquía. El panorama no era para nada alentador pues, por más que se avanzara bajo el penetrante sol, el paisaje seguía consistiendo en toneladas de arena, rocas, montañas y uno que otro cactus que podría ayudar en saber que no se estaba dando vueltas en círculos. Lo único que rompía con el silencio del desierto sería el sonido cascabeleante del motor de la motocicleta del joven Archer quien, olvidándose completamente de sus conflictos internos, se dedicaba a conducir con una mentalidad inmutable.

Era casi medio día y el sol estaba en su máximo punto cuando una gran tormenta de arena se desató a lo lejos, era obvio pues el cielo estaba turbio y sumamente denso. Joseph sin embargo siquiera desaceleró un poco y continuó su viaje con la confianza de que la tormenta se disiparía cuando el pasara por ahí, siempre lo hacía. Unos minutos más pasaron y dentro de todo el caos alcanzó a ver un destello de luz parecido a un rayo, eso si le hizo detenerse, era algo digno de apreciar.
La motocicleta derrapó unos cuantos metros rechinando por lo repentino que el freno se había accionado y se detuvo lateralmente para dejar bajar el pie derecho e su conductor y lograr que se estacionara completamente.

-¿Que rayos fue eso? -habló el hombre removiendo sus enormes gafas con una mano y manteniendo la otra en el acelerador. La pregunta se quedó en el aire y sin respuesta. Joseph no solía ser una persona curiosa, a menos no con cosas que no tenían nada que ver con su persona por lo cual estuvo listo para arrancar segundos después de que su interés e impresión hubieran pasado a segundo plano, esta vez sustituidos por un rayo morado que rozó muy de cerca su vehículo- Ahora que...? -con pesadez volteó a sus espaldas y se encontró con una orda de akumas viniendo hacia donde él.

Hubo una expresión un tanto exagerada, Archer se sacudió tal como una gelatina temblorosa y al instante la adrenalina le hizo saber que no podria matar a esas cosas con su ballesta. Se volteó de nuevo y encendió su moto para salir disparado y a toda velocidad siguiendo su camino. Cada tanto volteaba con la esperanza de que el calor le hubiera jugado una broma, en cambio, por más que se acercaba a donde estaba la tormenta de arena mas era la cantidad de monstruos que le seguían. Tanta que se estaba formando una nube negra formada solo por la oleada de demonios.

La espera de la Generala fue rota de pronto por un ruido de motor. La soledad del desierto hacía que los sonidos se expandieran demasiado rápido. Y la moto no llamó solo su atención, sino también la de sus presas. Un porrón de Akumas se acercaban, y no dejarían pasar una víctima tan fácil como un motorista solitario.

Aleena echó a correr, maldiciendo a toda la existencia. No quería pillar a nadie por medio en su guerra, pero eso parecía que iba a ocurrir. Otra víctima.

-¡SH**************T!- La rabia que sintió por eso provocó una potente descarga de ilusión que provocó que los Akumas empezaran a actuar erráticamente, atacándose entre ellos.

Poco mas podría hacer, por lo menos hasta que se acercara un poco más, pero...

De pronto, escuchó un agudo sonido de uno de sus bolsillos. Era como una canción, pero que casi no se podía escuchar.

-No puede ser...- Rápidamente, metió la mano en el susodicho bolsillo y sacó una especie de punta de flecha que estaba brillando. Estaba teniendo una sensación de Deja-vu, salvo que en su caso, había sido un acontecimiento muy doloroso en todos los aspectos. En todo caso, lo que indicaba eso era que la Inocencia que sostenía había sincronizado con su legítimo dueño, así que la lanzó al aire para que fuera con su dueño. No le quedaba otra. Si intentaba evitarlo, la Inocencia podría acabar revolviéndose contra ella y acabaría saliendo muy mal parada.

No fue sorprendente que saliera volando hacia el motorista, que suponía que era Archer, aunque atravesó por el camino a dos akumas, liquidándolos de paso.

-No está mal,-susurró.- Dos menos, quedan 200.

Una de las máquinas estaba demasiado cerca de ella, y cometió el error de mirarla a la cara. Para cualquiera que lo estuviese mirando, el monstruo explotó en mil pedazos. El siguiente ardió como si fuera una cerilla, otro quedó aplastado contra el suelo cuando Aleena movió la mano y el último saltó hecho pedazos de la misma forma que si lo hubieran cortado en pedacitos con un filo.

Esa masacre debería llamar la atención de los Akuma. Si con eso salvaba al hombre, mejor que mejor. Estaba harta de víctimas en esa guerra sin sentido.

Joseph continuó su desesperada huida por la carretera, sintiendo que los nervios le iban a estallar. Pasaron segundos eternos para cuando menos se dio cuenta de que ya estaba completamente rodeado, volteó a todos lados buscando un camino libre, fuera por el asfalto o simplemente el poder salir corriendo hacia la infinidad del desierto. Como sea no encontró mas que extraños monstruos de retorcidas figuras acercándose cada vez más hacia él. En un vistazo pudo divisar una figura negra parada sobre la arena no muy lejos de él, la desatendió completamente pues seguro era otro de los monstruos que tanto le hacían temer.

Siguió su trayecto en motocicleta tanto como pudo, justo cuando pensó que su camino estaba bloqueado, una centella parecida a la que vio antes le chocó. Esta ves tenía un brillo verde que destruyó con suma facilidad ambos Akumas que le obstruían el camino y fue directo hacia la espalda del motociclista, el destello cegador causado de aquella fusión le hizo perder el control de su vehículo y terminó saliiéndose del camino en dirección hacia donde se encontraba la generala.
La rueda delantera de la motocicleta quedó enterrada en la arena al instante, echando al conductor por los aires para terminar en el suelo después de haber rodado unos cuantos metros.

-Ahgg mi cara -se quejó cubriendo su rostro casi en la totalidad con una sola mano y apoyándose con la otra para levantarse. Escupió arena y se talló los ojos, al abrirlos se encontró a si mismo tirado en la arena, metros mas adelante de la mujer. No hubo tiempo para admirarla pues en su espalda algo seguía brillando.

El joven tomó la correa de su ballesta y se la quitó para sostener el arma en ambas manos, al instante el brillo se intensifico y volvió a desaparecer. Su arma estaba cambiada, parecía nueva, recién comprada y ahora en vez de madera parecía hecha de algún oscuro metal. Donde suponían iban las flechas estaba aún la última reserva de aquella iluminación fluorescente.
Joseph se volteó de espaldas aún en el suelo volteando a ver a la mujer y sosteniendo en alto su arma en busca de una explicación.

El chico se giró hacia ella, seguramente para preguntar algo, vete a saber que, pero antes de que dijera nada, la Generala extendió la mano, provocando que una de las máquinas que estaba detrás del chico y que iba a atacarle, un nivel dos, fuera atravesado por las garras de un tigre gigante, que, tras destrozar a su presa, se desvaneció.

-¡Ponte a cubierto, maldita sea! ¡¿Es que quieres que te maten?!- ¿Es que era idiota o que?, pensó la mujer. Ningún soldado que se preciara se quedaría tirado en el suelo de esa forma, haciendo un blanco más fácil para sus enemigos.- ¡Y por tu vida, que no te toquen sus balas! ¡Si te rozan estás muerto!

Eso era una de las cosas que mas odiaba de los Akuma. Un roce de sus armas y solo quedaba polvo de ti. Había visto morir a mucha gente así y mucha mas moriría por la misma razón, pero no el si podía evitarlo.

Extendió las manos mientras creaba una ilusión de las grandes. La energía que transmitía fue tan grande que le puso a ella misma los pelos de punta. Empezaron a aparecer grandes bolas con aspecto de piedra volando por los aires, que solo veían los Akumas. Una milésima después, cuando cerró las dos manos como si apretara algo, explotaron, dejando caer una lluvia de metralla que aniquiló a mas de la mitad de los Akumas que había sueltos.

Solo esperaba que esa pelea acabara pronto y sin víctimas de su lado.

-¡¿Es que quieres que te maten?!

Joseph al instante se volteó alterado de nuevo hacia donde estaban los Akumas, las palabras resonaron en su mente por más tiempo del que hubiera querido. Con la cabeza baja es que pudo pensar y asimilar todo lo que le estaba sucediendo.

-Tal vez si. -dijo bajito y para si mismo, estaba sonriendo a pesar de la inminente probabilidad de estar muerto en poco tiempo.

Joseph era un tanto complicado, siempre estaba sonriendo y creyéndose la octava maravilla del mundo, tratando de impresionar a cualquier alma que se le pasara por enfrente. Una parte de su ser deseó morir antes de siquiera ver a la Generala, la otra, simplemente era demasiado orgullosa como para privar al mundo de su presencia.
El entrenamiento militar pareció regresar a su cabeza a pesar de haberlo bloqueado por su orgullo machista. Aún en el suelo alzó ambas piernas y se levantó de un tirón, sus piernas tambalearon un poco por lo inestable del terreno.

-Lo cierto es que no la voy a dejar aquí sola, pero, dígame que tengo que hacer -y de nuevo con aquella sonrisa algunas veces tan irritante se puso a lado de Aleena sin intenciones de moverse.

-Por si no te has dado cuenta, a ti no te necesito ahora mismo para nada. Así que, como General que soy, te ordeno que te cubras. Y empieza a disparar con esa ballesta nueva que tienes. Puede que así hagas algo.

A pesar de todo, la destrucción no se había detenido ni un segundo. Los monstruos reventaban en pedazos o se fundian como sebo en un incendio, pero también tuvo que cubrir al inconsciente de Archer de una buena serie de ataques. En la orden oscura iban a tener muchos problemas con este menda.

De pronto, uno de los Akuma se le puso a tiro, asi que le arreó un tremendo puñetazo. Con la ilusión que había puesto encima de su brazo fue como golpearle con un martillo pilón.

Ya solo quedaba como una docena de Akumas. La pelea estaba casi acabada.

De nuevo esa sonrisa, esta vez, acompañada de una mirada retadora hacia la evidentemente reducida serie de monstruos. Enserio Archer no parecía tomarse el enojo de la mujer enserio o siquiera el cuestionarse como que su arma había sido modificada; estaba más fascinado con la generala Gerard.

-Esta bien, esta bien -Joseph se alejó por detrás de la formacion rocosa en la que había estado esperando la Generala y la dejó continuar con su trabajo por unos segundos.

Sin embargo, era su hora para divertirse y no le pensaba dejar pasar. Subió por las rocas y tomo todo el impulso que pudo para ir a saltar justo frente un Nivel 1 que flotaba por ahí esperando su turno para atacar. Usado como un deslizador flotante, el intrépido joven se atrevió a tomar uno de los cañones del monstruo para moverse y comenzó a disparar flechas acertadas hacia cada uno de sus oponentes. Ya estaba más que familiarizado con su arma por lo que fue cuestión de evitar los ataques de los de Nivel 2, los cuales, no fueron destruidos tan fácilmente. Al final de aquel impulso de adrenalina Archer se volteó y colgó de uno de los cañones, quedando cara a cara con el angustioso rostro del Nivel 1, en un instante le clavó una flecha en la frente y se dejó caer en la arena antes de que este explotara.

Aun tirado en el suelo se volteó a ver a la generala, respirando profunda y constantemente pero con una sonrisa llena de expectativa.

"¡Pero será...! Sigh. En la Orden van a tener muchos problemas con el, eso por descontado."

Solo quedaba un Nivel 1 y un Nivel 2. El nº 1 fue partido en dos por un solo ataque de Aleena, pero el número dos había sido atacado por Archer. No le había hecho gran cosa, ya que sus ataques solo tenían fuerza de momento para machacar a un Nivel 1...

Pero para ella, un Nivel 2 no valía ni para limpiarse los zapatos. Un instante después, el Akuma fue atravesado por cientos de lanzas, de tal forma que cuando Aleena terminó, asemejaba un queso grullere.

-Se acabó de momento.- La mujer se puso su parche mientras miraba a Archer.- Dios tiene un sentido del humor bastante raro, pero bueno. Eras Archer ¿no? Si tienes asuntos pendientes por aquí, mas te vale que los arregles ya. Te acaba de caer una muy gorda encima.

"Una grande" Tal vez los akumas monstruosos y las tentativas de muerte no bastaron para ponerle la piel de gallina a Archer, pero la simple idea de tener que responder hacia alguna responsabilidad era suficiente para dejarle los pelos de punta. Al instante se le hizo un nudo en la garganta imaginando todo tipo de cosas que pudo haber causado el enojo de la Generala y su inminente compromiso. Hasta hace poco Archer solía ser bastante responsable y dedicado, pero desde que le habían corrido de las filas del ejército pareció dedicarse a volverse un desobligado irresponsable.

-Ehh... -el joven permanecía triado en el suelo con la mirada hacia donde la Generala y los ojos entrecerrados por la exposición al sol- Tengo que entregar un paquete en Edime, ¿por qué?

Al fin Archer se levantó pues pudía sentir como sus botines se llenaban con arena y eso le estaba incomodando. Se sacudió un poco el cabello y recobró su compostura. Esperando la respuesta de Gerard, la bandita que recién se había puesto se le desprendió y calló oscilante hacia el suelo. Casi al instante Archer se cubrió la nariz y sacó una venda adhesiva color verde brillante para remplazar a la que se acababa de caer.

-Te voy a acompañar... En cuanto al porqué, en corto, te acabas de meter en una guerra y Dios te acaba de enrolar entre sus tropas.

Vale. De principio, tendría que explicarle la situación y luego mandárselo a Komui, quisiera o no. Si se ponía muy pesado, se lo enviaba envuelto para regalo.

-Te explicaré la situación de camino. ¿Me puedes llevar en este cacharro?- Con su actitud, estaba claro que no aceptaba un no por respuesta.

No hubo una reacción espontanea como las que había estado haciendo todo el tiempo, esta vez se quedó callado y sin chistar hasta que la Generala terminó de hablarle, hubo incluso un momento en el cual la inquietud producida del hecho de estar enrolado en una guerra se fue desvaneciendo con la propuesta de llevar a Aleena en su largo viaje. Ahora se había convertido en algo que le haría llevar el recorrido de manera más amena. Archer estaba seguro de que las cosas se resolverían solas como siempre, si no, podría salir huyendo y no complicarse.

-Bueno, tendré que desatascar este "cacharro" -dijo con énfasis dibujando con sus dedos comillas en el aire.

Fue cuestión de caminar pocos metros de nuevo hacia el camino principal y notar que la motocicleta seguía atascada. Tomándola del manubrio Archer jaló fuerte hacia atrás para sacarla de ahí; después de un par de intentos lo logró y la puso de nuevo lista para andar.

-¿Nos vamos? -y con una mirada coqueta el chico invitó a la Generala a subir en la motocicleta detrás de él.

Aleena ignoró totalmente los intentos de ligue de Archer. En cuanto se acomodó en la moto, y el chico arrancó, empezó a hablar.

-Hace miles de años, en este planeta existió una antigua civilización. Pero un ser, al que conocemos con el nombre del Conde del Milenio o Conde Milenario, la destruyó. A pesar de todo, el Conde fue derrotado.

La exorcista paró un segundo, pensando por donde seguir.

-Esta civilización nos legó una sustancia, la Inocencia, que es considerada como la voluntad de Dios hecha materia. Esta inocencia tiene siempre a una persona a la que ha escogido. En mi caso, mi inocencia está en mi ojo. La tuya es esa ballesta. Y nos sirven para combatir al Conde y sus tropas, otorgándonos ciertas habilidades... "sobrehumanas".

Lo siguente era muy peliagudo.

-El Conde persigue un genocidio total y completo de toda la humanidad, o eso es lo que parece. Es el constructor de los Akumas, que son una de las mayores aberraciones que existen, por no decir la mayor. Cuando una persona sufre por la muerte de un ser querido y está hundida en la desesperación, el conde aparece y le ofrece a la persona devolver a la vida a su ser querido. Pero lo que hace realmente es atraer al alma de esa persona del mas allá y las encierra en esa máquinas. El alma no puede hacer nada, y se ve obligada a contemplar impotente como el conde le hace matar a aquella persona a la que engañó para formar al Akuma y robarle su... cuerpo. Por eso son tan difíciles de detectar, porque se camuflan como humanos. Y esas máquinas solo sirven para una cosa, matar. Mata para evolucionar, alimentándose de la angustia y del dolor del alma que tienen encerradas.

Cada vez que lo rememoraba se le revolvían las tripas.

-A las personas que hemos sincronizado con una inocencia se nos llama exorcistas. Están los novatos como tu, los exorcistas que son mas o menos decentes, como el resto, y luego los Generales, como yo. Por decirlo claramente, un exorcista y un general están a niveles muy distintos de habilidad. Pero lo importante es que lo único que puede destruir a los Akumas y liberar las almas que están dentro es la Inocencia. Asi que ya sabes cual es tu papel en este fregado.

Ahora llegaba lo último, la parte que podía ser mas peliaguda por la personalidad del hombre.

-Los exorcistas estamos organizados en una organización llamada la Orden Oscura. Así que cuando termines con esa entrega, te tendré que enviar para allí. Es la única forma de que sobrevivas y puedas hacer algo por las demás personas.

La Generala estaba acostumbrada a seguir el lenguaje corporal de las personas, asi que se centró en el hombre para ver como reaccionaba.

Al terminar de oír la historia que parecía salida de la novela de un escritor poco cuerdo, el joven no se movió, continuó con la mirada fija en el camino, inmutable. Por largos segundos lo único que se podía escuchar en ese basto desierto era el sonido del motor del vehículo que conducían, hasta se podía percibir como Archer había acelerado aún más.

Si bien es cierto que hubo un momento en el que le puso toda su atención a la generala ahora es que se comenzaba a cuestionar la veracidad de su historia. No fue cosa difícil pues acababa a ver la acción de los Akumas con sus propios ojos y hasta había matado a algunos con la dichosa Inocencia. Esta era una guerra que iba mucho más allá de los límites de su imaginación, muy distinta a las guerras en la que el solía estar enrolados; esta vez no combatiría con otros humanos, si no más bien con aberraciones de la naturaleza; no iba a combatir en el nombre de un general, iba a combatir en el nombre de Dios.

-Digamos que creo lo que me acaba de decir, que dejaré todo lo que he hecho para unirme a esa organización que menciona...-entrecerró los ojos y sonrió de lado a lado- ¿Me van a pagar? Digo, ¿que gano yo?

No es como si realmente se lo estuviera tomando enserio, parecía sin poder... o querer asimilar un cambio tan drástico en su estilo de vida.

-¿Esque ver a los Akumas no ha sido bastante prueba? Sigh. En lo que respecta a lo que puedes ganar, eso lo tienes que hablar con el Jefe, un tal Komui. En eso ya no me meto. Pero si sabes apretarle bién las clavijas... Puedes sacar un buen pico. La Orden está bien financiada, eso es cierto.

Aleena se quedó callada unos momentos.

-¿Y bien? ¿Que piensas sobre esto?

Un bostezo interrumpió la espera de la generala, ya había comenzado atardecer y el viaje de Joseph no parecía haber llegado a su fin, seguramente estaría llegando hasta altas horas de la noche. Joseph volvió a acelerar su motocicleta, ciertamente estaban viajando en los límites de velocidad que su motocicleta le permitía.
El joven se quedó pensando un buen tiempo incluso después de que prácticamente se le asegurara una buena paga, no era mucho lo que dejaría atrás, había una ciudad entera que lo conocía pero realmente no le había tomado afecto a nadie en especial. Ya había abandonado a su hermano y único amigo verdadero una vez, ¿cuál sería la diferencia?

-Como guste. -se quejó un momento y sus ojos comenzaron a cerrarse, desaceleró un poco pues estaba comenzando a tambalear, luego de eso se calmó y volvió a retomar su camino.

Se volteó hacia atrás para ver a Aleena y le sonrió con tranquilidad, como si no hubiese nada de que preocuparse.

-Estoy dentro. Pero... -se giró de nuevo y a lo lejos del desierto pudo divisar unas cuantas luces que se iban encendiendo poco a poco, dando a entender que estarían por llegar a la ciudad para hacer su entrega- ...usted me acompañará de regreso a Ankara. Ahí están mis cosas después de todo, y no quiero regresar solo, sería aburrido.

-Contaba con eso.- Respondió la generala.- De todas formas, cuando vayas a la Orden, tendré que pedirte que le lleves una carta a Komui. No puedo dejar lo que estoy haciendo, así que no podría acompañarte a la Orden, pero si hasta Ankara. Sobre lo de la carta, supongo que siendo un repartidor, no tendrás ningún problema ¿verdad?

Tras eso, miró a la nueva ciudad, dejando ya pasar el tiempo.

-No hay problema, lo que sea por ayudarle. -se rió a sus adentro, quien supiera que era lo que realmente pensaba Archer acerca de toda esa situación.

Al llegar a Edirne lo primero que hizo fue alinear su motocicleta en una de las casas no muy lejos de la entrada principal, listo para partir en cuanto entregara el paquete por el que tan bien le habían pagado. Hacía mucho tiempo que no se detenía a admirar la vida.

-Después de usted. -Archer bajó un pie y lo puso en el suelo esperando a que la generala bajara y pudieran comenzar a buscar al dueño del paquete.

Aleena bajó del trasto sin decir una palabra. La caballerosidad nunca venía mal, aunque no fuera solicitada.

-Tu sabrás a quien le tienes que entregar el paquete a que has venido, asi que tu guias.

-Si, la dirección esta aquí -dijo el joven muy calmado después de haber bajado de la motocicleta y buscó en suel papel que le había entregado su cliente con anterioridad.

Ciertamente el moreno ya conocía la ciudad de Edirne, en repetidas ocasiones había pasado por ahí en una que otra entrega hacia los países como Grecia o Bulgaria; ya incluso había conocido a varios de los habitantes que entusiasmados le saludaban al pasar, el devolvía el saludo y se disponía simplemente a seguir la ruta trazada en el mapa.

-Creo que es aquí... -dijo por fin al llegar a situarse frente una descuidada pared de madera y alejando su vista del arrugado papel. Se paró ahí y tocó dos veces esperando a que le abrieran, espero varios segundos y antes de que pudiera volver a llamar dos hombres quienes le tomaron del brazo y lo introducieron bruscamente en la habitación.