Habran paso para Joseph Archer~

Después de atravesar el desierto de Turquía hacia el norte de Europa, Archer hizo demasiadas paradas, cada vez que sentía hambre o sueño lo tomaba como excusa para retrasar su llega a aquel extraño lugar al que le habían mandado ir. Pero a fin de cuentas, después de varios días conduciendo una vieja y ruidosa motocicleta, llegó a la enorme pendiente sobre la cual se encontraba el edificio de la Orden Oscura.

Siquiera querríamos saber a cuantas personas maldijo Joseph al ver lo que tendría que escalar, su pereza en asuntos que no le beneficiaran era increíble. Pero estaba el lado positivo, Joseph siempre ha sido optimista así que lo vio como una forma de ahorrarse su ejercicio diario y comenzó a escalar. Afortunadamente el entrenamiento en el ejército se mantenía y fue cuestión de pocas horas para que el joven y su equipaje llegaran sanos y salvos a postrarse frente la enorme estructura que se manifestaba frente él.

-Fiu~ Que viaje, espero no estarme desgastando -dejó salir un prolongado silbido al momento que se acercaba a la puerta, con su mano libre desabrochó su camiseta, la playera de elastano debajo y la tela de la camisa de arriba le estaban asfixiando, con la otra mano cargaba su maleta que parecía haberse hecho más pesada.

Justo frente de la puerta volteó hacia arriba buscando por algún timbre, una campana, lo que fuera. EL lugar ya era de por si demasiado lúgubre para él como para estar ahí parado frente a aquella horrible cara tallada en la puerta. De repente algo se movió. Los desarrollados sentidos de Joseph lo captaron y disimuladamente volteó su mirada hacia una de las tantas cámaras que lo enfocaban.

Joseph saludo hacia la lente.

-Y aquí es cuando alguien me recibe, ¿o no?

Archer siquiera parecía inmutado por aquella extraña cabeza que tan cerca se le puso para hacer quien sabe que inspeccionando su persona. Al acabar aquello "Circo de locos" era lo único que se le venía a la cabeza al moreno. Ya de por si había dejado una ciudad en la que el mundo entero lo conocía, del mismo país en donde había crecido su infancia entera y donde tenía toda la historia de su vida; ahora resultaba que se encontraría en un sombrío lugar con cabezas parlantes y... un hombre en bata blanca.

-"Podría dejarme pasar, estoy algo cansado."- quizo decir, pero si algo aprendió del ejército fue no faltarle el respeto a los altos cargos que podrían confinarte en un cuarto sin comer por varios días.- Mi nombre es Joseph Archer y vengo de Ankara, Turquía. Una mujer llamada Aleena dijo que yo sería un prospecto de exorcista, señor.

Y llevándose las manos a los bolsillos junto con su mirada entrecerrada, Joseph dio a entender por antemano que no estaba del todo feliz de estar aquí. Emocionado tal vez.

Viniendo del peliblanco "¿que pasó exactamente entre usted y la señorita Aleena?" podría dejar muchos huecos un tanto mórbidos que hicieron que Joseph sonriera un poco divertido mientras formulaba su respuesta.

-Nada malo si es lo que usted cree, señor -dijo sin mucha formalidad como la que querría expresar.- "La mujer se hizo la difícil" -rió a sus adentros

Luego de eso le pasó igualmente la mano por un hombro para sacarse del bolsillo interno de su chamarra la carta que la había entregado la Generala, carta que había sido evidentemente abierta previamente a su entrega hacia el supervisor.

-Me dijo que le diera entregara esto, supongo que lo escribió antes de que separáramos nuestros rumbos en Turquía. -y de nuevo el joven se irguió separándose del supervisor y volteando de nuevo a ver la enorme edificación frente a él antes de que Komui pudiera siquiera decir algo- ¿Y es aquí donde me voy a quedar?

-Sus deseos son ordenes, supervisor -sonrió el Joseph pareciendo divertido con todo aquello. En su mente seguían rondando las molestas interrogantes sobre lo que diría la carta de su antes misteriosa acompañante, ahora, quería sacarse esos pensamientos para pasar a lo importante.

Dejó caer su hombro hacia la derecha para despojarse de la maleta de viaje que cargaba y dejarla desplomarse en el suelo, luego, con su mano atrajo su llamativa ballesta que traía colgando con una simple correa en su espalda y la apuntó directo al supervisor, relajado.

-Esta cosa, -dijo señalando el arma con la vista- hasta hace poco estaba hecha de un metal de baja calidad y madera desgastada, ahora se ve como nueva y es negra, además pude matar a uno de esos... Akumas sin necesidad de cargar flechas. ¿Suficiente prueba? -bajó el arma y se la lanzó levemente al supervisor para que la revisara.

-"Ya era hora" -el moreno suspiró aliviado, estaba algo cansado de tanta formalidad, lo que quería era que su vida como prestigiado miembro de la orden oscura comenzara lo antes posible, y tal vez comer algo de camino.

Tomó se nuevo su maleta y se la hechó al hombro, arregló un rebelde mechón se su peinado y siguió al supervisor dando pasos largos como su complexión le permitía. Los primeros metros fueron lúgubres y llenos de expectativa, si había alguien observador en Ankara, ese era Archer. Podía diferenciar entre dos gemelas idénticas, dos productos recién salidos de una fábrica, casi todo. Esta vez se tomaba su tiempo, volteando a cada rincón de aquel lugar, esperando hasta llegar al despacho de Komui.

Aquella escena tan incómoda le pasó desapercivida a Joseph quien se limitó a guardar silencio y dejar que las cosas pasaran, ciertamente no podía hacer nada al respecto.
Al irse el supervisor junto con su arma es que por fin volteó para inspeccionar al alemán que se había presentado a si mismo como Reever, líder de sección, otra vez alguien de alto cargo.

-Un gusto igual Reever -respondió el turco con una mirada un tanto penetrante, tal vez incómoda, quien sabe. Si Joseph era malo para algo, era para expresarse en momentos que no tuvieran que ver sobre él.

El joven capturó una silla y le dio media vuelta para sentarse sobre ella con el pecho pegada en el respaldo de la misma y las piernas abiertas, se cruzó de brazos sobre la misma y observó a Reever con calma.

-Y... ¿las cosas son divertidas aquí?

-Eh... -Joseph se quedó helado unos momentos cuando el supervisor entró así como así, pareciendo más el adulto que se suponía que era. Tragó algo de saliva al ver sus ojos, hacia tiempo que no sentía algún tipo de afecto paterno, su padre murió joven y su madre siquiera se molestaba en intentar querelos a él y su hermano. -Entiendo, entiendo- pronunció, con su actitud de "no me interesa" de siempre.

Se levantó y extendió su mano para sujetar su arma, intentando contener el emergente sonrojo en sus bronceadas mejillas. Volteó y miro tanto al Supervisor como a Reever, sintiéndose facilmente como en su casa, tomó la confianza para ignorarlos y comenzar a vagar por ahí.

-Y... -dijo a la vez que aparentemente posaba su atención sobre cierto libre en un indeterminado estante- ¿...ahora que se supone que pasará?

Komui seguía sonriendo, sin haberse percatado de la actitud huidíza que de pronto había adoptado Joseph-kun. Reever también lo hizo, sólo que de una manera algo divertida y simple, él si había captado de alguna forma su reacción.

-Pues… -volvía el chino a adoptar aquella actitud infantil- Puedes darle un paseo a la Orden. Reever o yo te acompañaríamos, pero estamos hasta el cuello de trabajo…

El alemán enarcó las cejas con sarcasmo, mirándolo.

¿En serio? Así que hacer garabatos es estar al tope con trabajos…

-…así que no podremos serte de guías. Pero ¡no te preocupes! Todos aquí son muy amables, y si terminas perdido, pues puedes acudir a cualquier miembro de la Orden. Recuerda que esta es tu casa ahora –la sonrisa paterna volvió fugaz, y luego desapareció.- Oh si, se me olvidaba. Tu habitación. Pregunta por Johnny y él te mostrará tu cuarto, donde podrás descansar y dejar tus cosas, ya sabes.

-Que te diviertas, Joseph –despidió Reever mientras miraba al chino con reproche. Si, era verdad, tenían trabajo hasta decir basta, y él se encargaría de que el Supervisor cumpliese con su trabajo y lo solucionase.


[Off: ya puedes postearte libre para misión, vagar por la Orden, etc, etc. Disculpa la tardanza. Ya eres libre (?)]

-Que te diviertas, Joseph

Las palabras del supervisor solo dieron rienda suelta a la activa imaginación del muchacho, dejó uno de los libros de donde lo había tomado y hechándose su arma al hombro dió media vuelta sobre si mismo para ver a ambos hombres.

-Eso planeaba

Y con una sonrisa de satisfacción salió de la oficina con un ritmo relajado, listo para cualquiera de las cosas que se le presentaran tanto en la orden como fuera de ella. Tratando de recordar, de alguna manera, donde dejó su motocicleta.

[Cambio de escena]