-S-si -contestó bajo el albino, blandiendo la espada nuevamente hacia los akuma que fijaban su atención en él. Mal para ellos. Aunque sus movimientos se hubiesen vuelto lentos por el cansancio, Allen pudo con ellos, ora fuese por la propia aproximación de los akuma hacia él, ora fuese por su propio impulso.
Le costó más tiempo de lo que esperaba, pero lo logró. Todos los akuma destruídos, y todas las almas salvadas. Al menos esas había podido auxiliar.
El sólo recordarlo, le regresó el ardor en el estómago y le acentuó el cansancio y la fatiga. Los ojos se le entrecerraban sin él quererlo.
Al intentar aferrarse a la poca conciencia que le quedaba, parpadeó varias veces y notó que ya su ojo maldito volvía a la normalidad. Podía ver con claridad. Incluso, a vista de otros, la cicatriz deforme y exhuberante, volvía a ser la misma y sencilla marca de pentáculo y líneas.
-Esos han sido todos -suspiró aliviado y cansado el albino, dirigiéndola al nipón una mirada fébril. De sus labios sólo brotó una débil sonrisa, a punto de quebrarse, que intentaba parecer calmada.-Ya todas las personas estarán a salvo, ahora que Reverie se ha marchado... qué bien...
Se desmayó incluso antes de llegar al suelo y ser recibido por él de una manera rígida y fría. La sonrisa se desmoronó, dándole paso a un rostro primero compungido y luego relajado, avisando que ya había caído por completo en la inconsciencia.
Su Inocencia emitió un tenue brillo en donde tanto la capa como la espada desaparecieron. Esta última, reapareció con el puesto de brazo izquierdo para el albino.
De pronto un pequeño punto dorado empezó a revolotear alrededor del chico con aprensión, saliendo de la nada.
Al menos Tincampy había regresado intacto.