El despertar de la Avaricia

Debrecen, la segunda ciudad más poblada de Hungría, una de las ciudades más bellas, a sus ojos, de todo el país. Había arribado a Debrecen hacía un par de noches atrás, le había costado bastante encontrar alguna posada en la que le permitiesen quedarse, su aspecto no le ayudaba en nada, pero lo había logrado.

-Debrecen... -pensó en voz alta, dejando que sus ojos verdes pasearan por el paisaje.

Ya era de mañana y como era domingo nadie iba a trabajar, a excepción de unos pocos. Los hombres de las casas salían a comprar el periódico, las mujeres preparaban deliciosos desayunos y despertaban a los niños de la casa, los jóvenes amanecían con una fuerte resaca por la gran fiesta de la noche anterior, todo muy normal. Como todos los domingos, independiente en qué ciudad de Hungría se encontrara, Deo se despertó muy temprano, desayunó algo ligero y salió a recorrer la ciudad.

Aún no encontraba ese algo que él sentía que lo llamaba, que esperaba por ser encontradom, ni tampoco encontraba aún la razón de su piel gris y las cruces en su frente, las cuales ya sabía que se llamaban "estigmas" gracias a un sacerdote en Budapest.

-Quizás en esta ciudad -murmuró antes de pararse bajo el sol, dejando que los rayos tibios dieran contra su piel. Al instante, se giró para ver su sombra-. Se ha alargado un poco más... creo.

Suspiró. Ya no tenía duda alguna que su sombra se alargaba cada vez más e inclusive pensaba que era mucho más larga cuando sentía que estaba cerca de ese algo que tanto anhelaba.

Sin dejar aquellos pensamientos, se encaminó por una de las avenidas de Debrecen con el fin de recorrer parte de la ciudad antes de almorzar.

[Off: Espero que el tema esté bien aquí. Como no ha despertado como Noah (no sabe qué es) sus ojos aún no cambian a dorado, ¿está bien eso?]

No había pasado ni media hora desde que comenzó a recorrer cuando vio a un hombre de unos treinta y tantos años, de aspecto andrajoso y pidiendo limosna. Aquella visión lo molestó profundamente y no se lo pensó dos veces antes de acercarse a paso firme al limosnero.

-Una limosna por caridad -decía el hombre en voz baja con un burdo húngaro. El limosnero arrastraba las palabras y sus rasgos caribeños lo delataban como un inmigrante, posiblemente ilegal.

Deo lo miró de forma dura y sus ojos verdes taladraron las orbes caramelo del hombre.

-Oye tú. Si quieres hacer algo con tu vida no estés aquí mendigando a cualquiera. Eso es patético e inútil -le dijo con voz cruda y con una mirada fría y despectiva-. Levántate y no dejes que nadie te llame basura, aunque eso sea lo que eres ahora.

Su objetivo al pronunciar aquellas palabras era algo totalmente opuesto a ayudar al mendigo. Él no toleraba a aquel tipo de personas débiles que intentaba hacer algo con su vida con la ayuda de los demás; según él, todo debía hacerse por cuenta propia, con la sangre, sudor y lágrimas de uno mismo sin que nadie interfiera.

Sin esperar alguna respuesta del mendigo, el cual estaba estupefacto y no sabía qué decir, se giró sobre sí mismo y se marchó del lugar.

-Basura patética e inferior -pensó bufando mientras pasaba unas cuantas tiendas que recién estaba abriendo.

Sin embargo, al cruzar una calle una tienda llamó su atención. Era una tienda distinta, que desprendía un fuerte aroma a incienso de mirra y que un cartel de madera rezaba "Herbolaría: efectivos remedios naturales y caseros". Durante todo su viaje por Hungría, había visitado a una infinidad de médicos, curanderos, shamanes y brujos esperando saber realmente qué le había pasado, pero nadie le había podido decir lo que tenía. Ya sin esperar alguna respuesta, ingresó al local casi por rutina, internamente deseando que por fin le dieran la respuesta a su piel gris y a los estigmas de su frente.

[wii mi post numero 100 O3O]

Poco después detuvo su andar. Un vagabundo le había interrumpido pidiéndole dinero. La chica le miró con indiferencia. Mas ésto sólo le hizo recordar su pueblo natal y entnces le sonrió.

-Lo siento, señor. No llevo nada por el momento-

Sin más volvió a caminar y sintió algo extraño que le hizo voltear. Curiosamente buscaba con la mirada el porqué voltear. Y entonces vió aquella tienda. -curioso...-ladeó la cabeza y comenzó a caminar hacia ella. Su halcón, quien seguía en los aires, ahora volaba en círculos sobre la tienda a lo que la pelinegra pensó que ese era el lugar al que tenía que ir.
Se quedó mirando el letrero- ¿Herbolaria?...-encojió los hombros y abrió la puerta provocando que una campanilla sonara cosa que asustó a la pelinegra. -maldito cascabel...-dijo tomando el cascabel con su mano para detenerlo y así detener el ruido. Parpadeó varias veces y volteó el rostro para encontrarse con un individuo. Cosa que hizo sonriera por insitnto.- ¡Te encontré!-dijo animada entrando de lleno a la tienda caminando hacia el sujeto con una sonrisa-Hermano- terminó ladeando la cabeza

Una vez ya dentro de la tienda y cuando la señora se había retirado a la trastienda en busca de un remedio natural que, según ella, aliviaba todas las enfermedades de la piel, la irritante campanilla que lo había recibido sonó una vez más.

-¡Te encontré! -escuchó a alguien decir al tiempo que sentía como dicha persona, evidentemente una mujer, se acercaba hacia el mostrador-, Hermano.

Aquella simple palabra que no había escuchado hacía largo tiempo luego de haber abandonado su hogar lo hizo reaccionar. Se volteó con una mirada dura y altiva, pero se sorprendió al ver que quien creía que le estaba hablando a él no se trataba más que una joven que no podía pasar de los diecisiete o dieciocho años. Sin embargo, su semblante serio no cambió y, con un vistazo rápido, analizó a la, a sus ojos, niña: medía menos que él, por lo menos unos cinco y ocho centímetros menos, su cabello negro era exageradamente largo y su mirada ingenua le decía que, a comparación de él, no conocía absolutamente nada del mundo real.

No obstante, había algo en ella. Había algo que le decía que ella tenía relación con ese algo que estaba buscando. Nunca se había sentido tan cerca de su objetivo desconocido, por lo que se acercó hasta quedar frente a ella y, observándola directamente a sus ojos rojizos, le habló.

-Yo no tengo hermanas -dijo con voz plana, pero sin intención de alejarla de él. Necesitaba respuestas, necesitaba saber qué era lo que lo llamaba, qué estaba buscando-. ¿Quién eres?

¿Una hermana? Nunca en su vida había oído hablar de ella, nunca en su vida la había visto, ella era ajena a todo su círculo de conocidos y ella simplemente se acercaba sonriente a decirle que era su ¿hermana? Simplemente ianudito.

Vio que la chica extendía una de sus manos, pero él no movió la suya ni un centímetro. Ésta quitó la suya rápidamente, aunque él no sabía si era porque no había respondido a su gesto, pero pronto se dio media vuelta y comenzó a caminar hacia la salida.

-Afuera podremos hablar mejor. Hasta donde sé, nada de ese tipo de medicinas te curarán -había pronunciado las palabras mágicas. Deo, sin pensarlo dos veces, comenzó a caminar detrás de la pelinegra sin pronunciar palabra alguna.

Mientras caminaban, mantuvo la vista fija en la espalda de Reverie. Había algo en ella que le provocaba una extraña sensación, como si de pronto la hubiese visto en alguna parte; la sintió familiar y, al mismo tiempo, como si estuviera haciendo lo correcto al seguirla. Sin embargo, su orgullo no le permitió alterar su expresión plana. Mientras más se acercaban al destino que había escogido la pelinegra, una familiar emoción lo embargó: finalmente estaba seguro que encontraría eso que estaba buscando. De reojo vio su sombra y no se inmutó al notarla más larga, pero sí le extrañó ver parecía que ahora realmente se movía, aunque fuera un poco.

Cuando llegaron a un parque de Debrecen, la chica se detuvo y él también, dejando una separación de unos cuantos metros entre ellos.

-Ahora habla -dijo con voz severa, pero con un mal disimulado dejo de emoción. Aquello que tanto había buscando más la razón del color de su piel y los estigmas de su cabeza, todo de una vez realmente era algo para emocionarse.

Noé; a la simple pronunciación de dicho nombre una sacudida dentro de él lo golpeó fuertemente. Sin poder notarlo, su sombra se movió violentamente antes de comenzar a vibrar con más fuerza, como si intentara hacer algo. Luego, cuando Reverie dijo Conde Milenario, una nueva ola de sentimientos lo abatió y, repentinamente, todo comenzó a cobrar sentido: su sombra, su piel, los estigmas, absolutamente todo parecía encajar perfectamente en su mente. No obstante, a diferencia de sus reacciones anteriores, al escuchar la mención de exorcistas e Inocencia, un desagradable sabor le llenó la boca y no pudo evitar fruncir el ceño. Pronto, ante la palabra familia y Conde, todo volvió a componerse.

Y cuando la chica concluyó su explicación, Deo no pudo contenerse. Una risa casi demente, desbordante de alegría oculta bajo la impaciencia que por fin se evaporaba de su alma corrompida, se liberó junto el despertar del Noé de la Avaricia en su interior; los ojos verdes del húngaro cambiaron al dorado característico de los de su familia y su sombra, ya sobre el suelo de un largo imposible, emergió lentamente del suelo quedando al costado del joven.

-Familia Noé... Conde Milenario... por fin los encontré -dijo al extinguirse casi por completo su risa. Al pronunciar dichas palabras, se sintió satisfecho al sentir que encontró lo que buscaba e inconscientemente tapó la mitad derecha de su rostro con su diestra.

Irguiéndose correctamente y viendo de reojo a la sombra a su lado, la cual imitó su acto, pero en el sentido contrario como si fuera su reflejo, Deo posó sus dorados ojos en los carmesí de Reverie. Sin dejar de sonreír ampliamente, de aquella forma tan suya, Deo habló.

-Llévame a nuestro hogar... hermana -no le hacía ninguna gracia llamarla así, pero había sido un impulso que no pudo retener. Internamente se sentía pleno y ansioso por encontrarse con los demás integrantes de la Familia Noé y, especialmente, con el Conde Milenario; y aquella necesidad imperiosa por saberse dueño, de alguna forma, de ellos se vio claramente reflejada en el aumento de altura de su sombra, ya despegada del piso.

Repentinamente, frente a él se materializó un portal de tonos purpúreos y un número treinta y cinco entre guines cerca de Reverie. Por aquel misterioso portal de figura abstracta, una mujer con traje de mucama emergió y con tono respetuoso se dirigió a la chica.

-Gracias, Medea. Ella es mi akuma, Medea. Medea, él es el nuevo miembro de la familia...-calló y con aire ausente negó con la cabeza-, disculpa pero ¿Cuál es tu nombre?

-Señorita, la respuesta puede esperar, el portal , no. Pasen por favor, el Conde les espera -la mucama ni le dio la oportunidad para contestar y Reverie, con un gesto seco, asintió y comenzó a caminar hacia el portal con paso tranquilo.

Deo sonrió y, como si no se dirigiera a nadie más que al viento, habló.

-Mi nombre es Deo Juhász -dijo y caminó hacia el portal alcanzando rápidamente a Reverie para juntos ingresar al arca.

[Cambio de Escena]