Musician Exorcista - Noé del Vínculo
Cantidad de envíos : 495 Edad : 30 Localización : ~El Cairo~ - ~Arca Negra~ Fecha de inscripción : 14/08/2008
| Tema: La fuga - Saga Cross Roads Dom Nov 16, 2008 3:41 pm | |
| El accesar al Arca fue cosa de niños. En toda su vida como exorcista había aprendido a ser sigiloso, sin nombrar los tres años que estuvo con su maestro, donde debía a fuerza valerse de esas aptitudes para poder salir de miles situaciones que atentaban contra su vida, cuerpo y sanidad.
La habitación del músico seguía igual a como la había dejado días atrás. Claro, era un hecho que a ese lugar sólo él podía llegar y decidir quienes más podían entrar.
Dentro, Allen volvió su mirar instintivamente hacia el piano de cola, que permanecía en el mismo lugar de siempre, casi esperando a que su único dueño entonara una melodía en él.
Era exactamente lo que iba a hacer. Le pareció familiar el suave y frío tacto de sus dedos contra las teclas del instrumento, sabiéndose de alguna forma, de memoria, cuales eran las que debía tocar para así desprender la canción esperada.
Tim en todo el rato se había mantenido a su lado, sin opinar acerca de las acciones del chico por muy poco que supiera de lo que estaba rondando por su cabeza. Entonces el albino lo miró con ojos suplicantes, transmitiéndole con la mirada el deseo que quería que el Golem le cumpliera. La esfera dorada retrocedió en el aire, indeciso de si hacer lo que Allen le pedía o no.
-Por favor, Tim.
Cedió. El tono suplicante, suave y persuasivo de Allen había echo mella en él, destruyendo todas las pocas defensas que había alzado para negarse a los deseos del exorcista. Sabiendo que podrían estar cometiendo un error.
Se colocó suavemente sobre el piano, justamente en el lugar donde debían estar las partituras que guiarían al músico para crear la melodía deseada. Abrió su enorme boca, donde resaltaba la enorme hilera de dientes y de esta se proyectó la clave que entre Allen y Mana habían creado hace años atrás.
Una punzada de tristeza aguijoneó al muchacho, pero no dejó que eso le detuviese en su trabajo. Con decisión, fijó las manos sobre el teclado cada una en los extremos correspondientes. Respiró hondo, y empezó a tocar.
Soshite bouyaha nemurini tsuite Ikizuku haino nakano hono o Hitotsu, futatsuto ukabu fukurami itoshii yokogao Daichini taruru ikusenno yume, yume♫
Cantaba en bajito, tratando de que su voz no se escuchase por todas la inmediaciones del Arca y peor, la Orden misma. En su fuero interno deseaba que tampoco la melodía del piano se notase. Quería que la habitación se colocase en la parte más recóndita del Arca. Que cada nota fuese ahogada en el vacío. Sabía que sería así. Sus anhelos eran para el Arca órdenes del décimocuarto.
Ginno hitomini yuragu yoruni Umareochita kagayaku omae ikuo kuno tositsukiga Ikutu inoriwo tsuchihe kaeshitemo Watashiha inorituzukeru mou kakonnokotoni aiwo Tsunaidateni kisuwo♫
El portal se abrió a sus ojos, como una resplandeciente puerta, casi celestial.
Allen dejó de tocar y se dirigió hacia ella, sabiéndo que sus cálculos eran los debidos. Que cuando pasara a través de su propia creación, se encontraría en tierra Americana, sin necesidad de un largo y tedioso viaje. El Arca, en muchos sentidos, era el mejor transporte que Allen jamás se pudo haber imaginado. No quería medir las consecuencias de sus actos, ni lo que esto provocaría. Ignoraba el tiempo que tardaría allá. No era de su interés saberlo.
Timcanpy lo siguió obedientemente. No eran sus intenciones quedarse sólo en ese día. | |
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