Misión en los límites de Canada [Klaud & Chaos]

Una puerta del arca se abrio en un lugar desolado de Canada, comenzaban a oirse unos pasos del otro lado. Minutos despues, del gigantesco portal salio una figura femenina envuelta en una capucha.

Miro los alrededores con su cabeza cubierta por la capa, el lugar se veia algo desolado, sin embargo era normal debido a la distancia que se encontraba del pueblo.

Comenzo a avanzar mientras la puerta por la que habia ingresado se cerraba a sus espaldas, no tardo mucho en llegar hasta la entrada sin embargo aun seguia sin aparecer grandes y tipicos tumultos de humanos, solo uno que otro grupo, al parecer el suceso los habia llenado de terror y no deseaban salir de sus casas.

-muy bien.....comencemos a investigar....primero buscare a los exorcistas que debo enfrentar, no seria malo investigar a lo que me enfrento primero- penso la hechicera mientras daba unos pasos al interior del pueblo y asi continuaba hasta encontrar algun indicio de los uniformados.

La general preguntó a los religiosos más cosas sobre la mujer desaparecida, a lo que ellos respondieron rápidamente, facilitando relevantes (aunque escasos) datos sobre dicha persona. Luego dijeron que tenían una fotografía que facilitaría la descripción física y siguieron avanzando hacia el ala izquierda de la iglesia.

- Los generales si que saben cómo llevar las misiones... - Pensó Chaos con admiración, ella esperaba poder llegar a ser así algún día... Pero primero tendría que sobrevivir a la misión, una misión de la que probablemente se acordaría durante toda la vida: ya fuese por las tétricas y espantosas circunstancias, el hecho de que fuese la primera misión como miembro de la orden oscura o el pueblo donde estaban sucediendo los misteriosos hechos.

La verdad es que por el momento, el lugar le resultaba de lo más misterioso: hacía frío, mucho frío, el sol parecía como descolorido y el pueblo (o almenos la iglesia) parecía dormido, como si estuviese bajo el influjo de un hechizo de esos que frecuentaban en los cuentos de hadas que tanto leía Chaos. De hecho, la pequeña estaba impaciente por salir al pueblo, ya que quería ver más de lo que le permitían las ventanas del edificio en el que se encontraban, además de que quería construir un muñeco de nieve. Pero recordó que estaba en una misión, no en un parque infantil, así que casi terminó por abandonar la idea (casi, si tenía la ocasión si que pensaba jugar).

Al fin llegaron a su destino: una sala en la que había toda clase de símbolos religiosos colgados en las paredes, y en el final de la estancia se encontraba una especie de cómoda de color caoba, encima de la cuál reposaban una cruz y un rosario. El padre se dirigió hacia el mueble, abrió uno de los cajones y estuvo un rato rebuscando hasta que pareció encontrar lo que buscaba. Luego se volvió a acercar a las exorcistas.

- Esta es la foto de la muchacha desaparecida - Les dijo el padre, mientras mostraba la fotografía a las exorcistas.

- Me la deja un momento, señor? - Preguntó la niña peliazul.

- Claro - Respondió el padre con tranquilidad, entregándole la foto a la exorcista menor.

Chaos se miró detenidamente la fotografía: En ella se podía apreciar a una bonita joven de unos 20 años de aspecto un tanto frío (aunque menos que el de los religiosos de la iglesia); Sus cabellos eran lacios y de un color muy claro, rubio casi platino, y los más largos le llegaban justo hasta los hombros, mientras que el flequillo cubría levemente sus ojos, que se asemejaban a dos gélidas y brillantes gemas de un gris oscuro. Ese rostro frío se veía complementado por una piel pálida como la nieve y por el atuendo de la muchacha: una blusa de color blanco inmaculado y un abrigo gris que parecía bastante gastado.

Lo único que rompía esa sosa combinación cromática era un llamativo collar con un pequeño rubí de un color carmesí intenso (o era el contraste con la piel de la joven lo que hacía que el color se viese con tanta intensidad?) que era sostenido por una fina y elegante cadena de oro. Ese collar le dió una sensación extraña a Chaos, como de que algo no encajaba... La ropa de la chica lucía austera, pero ese collar no parecía precisamente barato, más bien al contrario.

- Klaud-gensei... Hay algo que me ha llamado la atención en la fotografía... - Le dijo la pequeña exorcista a la general, mientras le mostraba la fotografía y le señalaba el brillante collar con el dedo. - Ya sé que no parece muy relevante, pero teniendo en cuenta todo lo de los asesinatos no deja de resultar extraño... - Se excusó.

En parte las explicaciones del padre la dejaron con menos sospechas, aunque tampoco acababa de fiarse del todo...

- Nee, gensei, ¿Empezamos ya a investigar, no? - Preguntó la pequeña mientras ladeaba la cabeza con curiosidad, la verdad es que estaba un poco aburrida de la iglesia, quería ver ya el exterior a pesar de que seguramente era más frío que el interior del edificio en el que se encontraban.

- Que tengan suerte en su misión - Les dijo el padre a modo de despedida. Al oír esas palabras, la pequeña exorcista deshizo todo el camino hecho y se fue corriendo hacia la salida de la iglesia, como un niño que recién oye la campana del recreo. Supuso que la general la seguiría, aunque se paró a unos metros de la entrada del edificio por si acaso.

- Brrrr! Qué frío! - Dijo temblando, aunque a pesar de todo le gustaba el exterior: todo de color blanco inmaculado... Sentía la tentación de empezar a jugar con la nieve, pero se contuvo ya que no olvidaba que tenían que investigar y que esa era la prioridad. Respiró profundamente, llenando sus pulmones del frío aire Canadiense.

- Achís! - Estornudó de repente - Hum... Creo que me resfrié... O quizás sólo es que tomé demasiado aire - Pensó en voz alta.

- Bueno, en cualquier caso... Ahora toca investigar! - Dijo alegremente. De repente, oyó algo cercano... Como pisadas o algo así detrás de unos árboles...

- Eh? Hay alguien?! - Chilló con su aguda voz. Pero la pregunta no obtuvo respuesta...

- E-esto me empieza a asustar un poco... Dónde está Klaud-gensei? - Pensó asustada la niña, mientras se preparaba para echarse a correr por si alguien la atacaba...

La general preguntó más o menos lo mismo que la pequeña exorcista, solo que con un tono más desafiante. Y, a diferencia de cuando Chaos había lanzado la pregunta, esa vez si que hubo respuesta: concretamente la de un chico vestido de blanco, que parecía bastante tímido e inseguro.

yo solo... paseaba por aquí y... ¡Lo siento! ¡Siento muchísimo si les asusté! - Se disculpó el joven, claramente avergonzado.

- ¡No pasa nada! - Le dijo Chaos alegremente, acto seguido se fijó en la canasta de castañas que traía el joven muchacho.

- ¡Oh! ¡Castañas! ♥ - Exclamó la pequeña, con sus grandes ojos brillando con emoción infantil - ¿Puedo tomar algunas? - Preguntó al pelinegro.
- C-claro... - Respondió él, todavía con mucha timidez.

- ¡Wiiii! ¡Gracias! ♫ - Agradeció la peliazul, mientras tomaba algunas castañas de la canasta, acto seguido mordió una - ¡Auch! ¡Me han hecho daño! - Se quejó Chaos con pequeñas lágrimas en los ojos, mientras se llevaba una mano a la boca.

El joven se la miró con una gota en la sien, más luego rió suavemente - No se pueden comer si antes no las preparas - Le aconsejó a la pequeña exorcista.

- Hum... Bueno, ¡Entonces me las llevaré de souvenir! - Exclamó la alemana, mientras levantaba el brazo triunfantemente, como si hubiese tenido la idea más brillante de todo el siglo.

- Por cierto... Cómo te llamas? - Preguntó la exorcista menor al pelinegro. La pregunta pilló al chico desprevenido, y se quedó mudo durante unos instantes en los que parecía estar dudando sobre algo...

"La muerte ha venido a buscaros"

La nieve dura crujía bajo los pies de la mujer. Una persona entrenada desde niña para matar. Para enfrentarse a seres con capacidades sobrenaturales. Para enfrentarse a los elegidos de dios.

"Traerá la paz a aquellos a los que se les negó su justo descanso"

La mayor ironía fue que ella misma acabó siendo una de los elegidos. Aunque, tal vez para pagar por todo lo que había hecho antes, sufrió horriblemente cuando la obtuvo. La nieve volvió a crujir bajo sus pies.

"Sirvienta sin amo que la ordene"

La mujer cortó sus reminiscencias. Mientras viajaba por América, ya que suponía que cambiar de continente era la mejor forma de que la perdieran la pista, escuchó historias sobre extraños asesinatos, por lo que decidió investigar algo.

"Aquellos que vulneran sus reglas que teman su rabia"

Y había llegado al pueblo un día antes. Y en ese periodo de tiempo, lo único que había encontrado era un akuma de nivel uno. Unos minutos antes lo había conseguido atraer fuera del pueblo y se había encargado de el.

Poco a poco sus pasos sobre la nieve helada la devolvieron al pueblo. Curiosamente, a su mente estaban regresando imágenes que ella hacía tiempo que había deseado que quedaran relegadas en la parte de atrás de su mente.

"La cosechadora de vidas así lo ordena"

Aleena von Gerard se preguntaba porqué esos recuerdos estaban llegando a su mente. Poco podía imaginarse mientras cruzaba por entre las primeras casas del pueblo que el destino había decidido volver a jugar con ella.

[Tengo permiso de Dream Theater para postear en este hilo, por si acaso hay dudas después.]

- Que tengan un buen día - Se despidió el muchacho pelinegro.

- Haiiiiii!~ - Respondió la pequeña, despidiéndose también con la mano, aunque más enérgicamente. Ese tal Arthur le había caído muy bien, parecía muy buena persona y además le había regalado castañas!

Luego se fijó en la general: a juzgar por su expresión, se encontraba sumida en sus pensamientos. Después se giró hacia dónde antes estaba el muchacho, como si se hubiese acordado de repente de algo que debía preguntarle con la máxima urgencia.

- Qué le pasa, Klaud-gensei? - Preguntó la pequeña peliazul con curiosidad.

Siguió la mirada de la exorcista rubia, y no encontró nada. Sus billantes ojos llenos de curiosidad no pasaron por alto el hecho de que la nieve seguía tan limpia y lisa como antes, cual espejo de plata. Acaso el chico llevaba unas botas especiales? Pero no había visto nada de raro en su calzado, a pesar de que tampoco lo había examinado con detalle, además, no sabía de ningún tipo de zapatos incapaces de dejar su suela imprimida en la blanda nieve.

Entonces, algo la hizo estremecerse. Algo que no tenía nada que ver con el frío Canadiense: La idea de haberse encontrado con algún ser de los que abundaban en los cuentos y en las canciones populares, y que castigaban a todo aquél que osase desafiar la moraleja de la narración en questión. Lo primero que se le pasó por la cabeza fue que el pelinergo era en realidad, seguramente, un hombre-pájaro que podía esconder sus alas y coloridas plumas a voluntad, Ya que eso explicaba que no hubiese dejado huellas... Pero algo no encajaba: si a sí fuese, entonces se habría oído el batir de sus alas al irse, y todavía tendría que ser visible su vuelo sobre esas tierras desde el lugar en el que se encontraban.

Alzó la vista, escrutando el cielo con mucho cuidado, para asegurarse de la ausencia de las alas de algún hombre-pájaro Canadiense recortadas en los cielos, sobrevolándolos a la máxima velocidad que podía alcanzar.

Los resultados fueron nulos: el cielo se alzaba a la vista, con su aspecto pesado y su gris plomizo, y las nubes, ese día, se habían vestido más oscuras que el cielo. Seguramente iba a llover o a nevar, y ni rastro de la criatura que buscaba. Se percató de que tampoco había sol: ¿Dónde estaría? ¿Se habría escondido detrás de las nubes oscuras, como si estuviera temeroso de que la amenazante lluvia/nieve lo apagase?

Bueno, no era momento de pensar en el sol, sinó en lo que era el muchacho. Espera... Podría ser que fuese... Un espectro! Claro, eso si que tenía sentido! (almenos para un niño...) Los espectros no eran materiales, ¡así que no dejaban huella!

- Klaud-gensei... - Balbuceó con cierta nota de temor en su voz - Ese chico... ¿¡No sería un espectro?! - A medida que la pregunta escapaba de sus labios, la nota de temor subía de escala, volviéndose más perceptible. A pesar de eso, su mente infantil no acababa de relacionar al muchacho pelinegro con los asesinatos que diariamente azotaban el pueblo, sumiendo a sus habitantes en el terror. I seguramente de momento no lo relacionaría, a pesar de sus descabelladas hipótesis sobre su verdadera naturaleza.

Misterioso... Eso había que concedérselo. Porque, sinceramente, era la primera vez que se encontraba una serie de asesinatos tan peculiares. Y mira que ella había visto cosas raras en su vida.

Pero esto se salía de lo habitual... muy ciertamente. Era eso mismo lo que había hecho que decidiera acercarse. Seguramente, calculando por los trenes y demás, desde la sección mas cercana de la orden, tardarían una semana o dos en llegar hasta allí. Tiempo mas que de sobra para investigar que pasaba.

De todas formas, tendría que pasar luego un rato hablando con la gente. Así podría recoger los datos que necesitaba para empezar a armar el rompecabezas de ese misterio.

Andaba tranquilamente por la calle, perdida en sus propios pensamientos, por lo que, sin querer, chocó con una persona. Se giró hacia ella para poder disculparse.

-Lo sien...- Y en ese momento su cerebro se colgó. No. No. No. No podía ser. No. Ella no. Klaud no. Dio un paso atrás, aunque ya fuera demasiado tarde. ¿Que hacía ella allí? ¿Que rayos hacía ella, justamente ella, allí? Solo sabía una cosa. Tenía un grave problema.